cuando destiñe la cara
del transeúnte gris
quien rengo de ella
sonríe copioso
me gusta el café
cuando su tez oscura
refleja la desazón
que las diáfanas gotas
de esta incipiente lluvia,
despiertan en mi
me gusta Buenos Aires
cuando sus peatones grises,
errantes pisacharcos,
hojitas de chaparrón,
permiten mi asilo
en sus calles;
usando un café de paraguas
atender mi aflicción
y a trasluz de un ventanal mojado
amar la vida una vez más.