lunes, 8 de octubre de 2012

qué loco, che






Me volví en taxi después de una noche larga, inevitable fragmento de un día largo, y llovía; la radio estaba prendida, el chofer de cuerpo robusto y un particular tono de voz, (que rompió el hielo varias veces, con alguna que otra frase-trillada de late 6 am) padeció casi inmóvil todo el trayecto que comprendió el camino hasta mi casa.
La lluvia crujía arrepentida contra el auto, (y vos sabés que a mi me encanta apreciar su naturaleza) y no pude evitar ser el chofer, las gotas y el vidrio, el gélido pero abrasante aroma a tierra húmeda, y ropa mojada.. Mi hálito escarchando el cristal, y el puente imaginario que traza desde la ventana hasta los extremos de mis comisuras. Mi dedo índice, entonces, cala letras a trasluz en aquel ventanal. La entropía infinita juega a los abrazos con el vidrio; el consuelo de sentirte quizá, presente, sin que seas un Dios, pero sí, con tu nombre escrito en la ventana de un taxi: un pedazo de vos, un pedazo de yo, un yo de vos, un vos de yo, un vosvos, un yo-yo, una montaña de verbos conjugados de maneras graciosas, y un montón de instantes conjugados de verbos, un montón de vos, un montón de yo, un montón quizás de nosotros, y un montón de montones, de tiempos-compartidos, de vibraciones de coloresysabores de aromas florados y frutados de prosas sin comas(,) de palabras escritas de dibujitos y garabatos de caminar y de perder el sentido y de sueño <<me quiero ir a dormir>>.