-…
entonces – pensaba - ¿Si un árbol cae en el medio del bosque y no hay nadie
para presenciar el fenómeno, hace ruido?-
Esa
era la pregunta que se le había metido en la cabeza y anclado como un barco; no
podía pensar en otra cosa: estaba acostumbrado a obsesionarse con algo, (casi
siempre, planteamientos que resultaban insolubles mediante el uso de razón, e
incomprobables mediante el método empírico) y aferrarse a ello durante todo el
día; a buscarle las mil y un vueltas retóricas…Entonces, solía plantearse la
misma incógnita de diversas formas, una y otra vez, expectando que algo en su
cuadrada y maldibujada cabeza hiciera ‘clic’, y la verdad se le vele, como una
persiana con la correa cortada da caída, directo hacia la cabeza de algún que
otro personaje de cuentos policiales, dejándolo atónito, quizá muerto, porque,
(según él) eso era lo que sucedía cuando la verdad absoluta, se mostraba pura
en su esencia: la muerte, su mayor
anhelo, el fin.
Tan
cansado estaba, tan acostumbrado, tan aglutinado a la rutina … Ese
mismo día, notó que como siempre, las luces bajaron en un instante, y procedió
entonces, a levantarse de su sillón; su fiel amigo, verde y aterciopelado, con
un alto respaldar, que desprendía siempre, ese particular aroma a quebracho…
-
- Siempre intacto –
pensó
Dio
unos pasos, el piso rojo alfombrado; recordó que tenía el vaso de Whisky en su
mano derecha, así que optó por dejarlo en la mesita ratona que adornaba su
trono. Estiró la espina, inspiró, suspiró, lento y hondo: disfrutó ese momento
de relajación. Miró hacia afuera; en sus pupilas se reflejaba, entonces, una
profunda, tenue, y hermosa luz blanca…
-
-Debe ser la Luna..
Entonces,
supo que tenía algo en qué pensar luego, cuando vuelva al trabajo. Pero
faltaba: la noche recién comenzaba.
Tomó un libro polvoriento de la biblioteca que yacía tras su amado diván, en la
portada posaba un hombre que sostenía un laúd entre sus brazos… Leyó: “Teoría y
escalas musicales”. Pasaron tres horas. Cuando se cansó, lo dejó en su
respectivo estante.
Se
recostó sobre el piso, tomó el vaso de Whisky, al cual su tacto ya estaba
acostumbrado, y su mano casi amoldada a la ancha base del old-fashioned. Aspiró los perfumes que emanaba la bebida, entrando
estos a su cuerpo – qué delicia – pensaba. Procedió a beber. Lograba distinguir
el picante, y seco de la variedad de siempre, el sabor a malta, perenne en su
paladar… Eso era para él, uno de los mayores y más grandes placeres de la vida.
Dejó
en reposo el vaso, y notó, que, como siempre, aunque hubiese tomado unos
grandes sorbos, la cantidad de líquido, seguía intacta… -¿Por qué?- reprochaba,
aunque terminaba asumiéndolo, y optaba por sumergirse en sus pensamientos
nuevamente.
Cuando
veía que daban los primeros destellos del alba, volvía a su pose, a su sillón.
Minutos, u horas después, sentía nuevamente sobre sí, el calor de las manos,
que sujetaban su mundo… A veces oía diálogos, y a veces escuchaba a lo lejos
música, todas manifestaciones provenientes de quien él llamaba “el creador”, su
Dios.
Pasaba
el tiempo, y todo era igual: día manos, noche descanso. Suplicaba por
salvación, trataba de hablarle a su Dios, pero no podía: sentía que había
nacido programado para estar allí, quieto, inmóvil… No podía ser, realmente era
inconcebible… La vida debería ser algo más que un diván, un vaso de Whisky,
luz, y sombras… Vacío. Se sentía vacío, y esa era la palabra justa; ¿Cómo escapar
de su prisión?
Así,
con el pasar de los días, notaba que su entorno, se iba desgastando, veía
bordes tajados y colores opacados, entonces, reparó en la tangibilidad y
fragilidad de su mundo, y comenzó a sentirse débil, sujeto a una fuerza omnipotente,
que podía hacer de él lo que quisiera; pero, qué ironía: su mayor deseo era el
descanso eterno.
Fue
entonces una noche, cuando estaba descansando de su trabajo, sintió ruidos fuera;
entonces, volvió velozmente a su puesto. Todo se movía. Sintió la corriente de
aire pasando por su cara, y se alegró; sentía también las manos de su creador
cerca de su pie. Comenzó, repentinamente, a levar… Sintiose liviano:
experimentaba sensaciones nunca antes vividas, fue feliz por un instante.
Cayó.
Se vio rodeado de un calor intenso, de llamas. Veía como todo se derretía, cómo
los colores y los objetos dejaban de existir, para pasar a ser manchas
disformes en un cartón. Todo se reducía rápidamente, todo ardía… Su sillón, el
vaso de Whisky… Él sabía que el momento había llegado. Sonrió, y pasó a ser
cenizas.
Así,
se quemaba un libro… La tapa de un libro en una hoguera.
Y
así, me planteo yo…
- ¿Si un árbol cae en el medio del bosque y no
hay nadie para presenciar el fenómeno, hace ruido?-